Pero la muerte se suicida si me hipnotizas con tus pupilas. Gritame con los ojos,que se van a humedecer de felicidad.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Sobredosis de recuerdos.

La lluvia golpean suavemente los cristales de la habitación oscura, se oye un tintineo de alguna gota intentando caer por el tejado. Ir y venir de coches en la calle, quizá se escucha algún niño jugando al balón, o corriendo detrás de un perro. Dentro se respira humo, incienso, humedad, ... Allá en una esquina está ella sentada, agarrada a sus rodillas, agarrada a un cigarro. Un abismo de decepciones, de llanto, de dolor se abre ante sus ojos. Un abismo inmenso del que no encuentra salida. Un abismo tan grande que consigue tragarse hasta su propia vida. Y allí está ella, aferrándose a su último suspiro, a su última esperanza de escapar, de dejar que todo lo que la rodea desaparezca. Comienza a soplar el viento. La lluvia no cesa. Las lágrimas resbalan por las mejillas, el dolor sigue constante , no cesa. ¿Qué hacer cuando no hay escapatoria? ¿Qué hacer cuando el destino se da la vuelta y te enseña los dientes?. En algún momento fue feliz, lo recuerda bien. Algún día de aquello que llaman pasado, sonrío sin pensarlo, lloró de alegría y amó más que a su vida. Ahora solo recuerda todo aquello como un espejismo que vislumbra en sus pesadillas a lo lejos. El tiempo pasa pero no vuela. El corazón late, pero no siente. Y la vida sigue, sin sentido. Y allí sigue ella, mordiendo sus labios con furia, creyendo que ese dolor matará al otro. Y todo sigue afuera. El sol se va, la luna sale, las farolas se encienden, los niños se van, deja de llover, brillan las estrellas, pero ¿y qué importa el resto del mundo, cuando lo más importante del tuyo ya no está?

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